Pálidamente pulcro, lamentablemente respetable, incurablemente solitario. Así describe el narrador del cuento a Bartleby, el escribiente. Se trata de
un texto básico de la literatura anglosajona, escrito por Herman Melville y
publicado en 1856.
Contratado
como copista en un bufete de Wall Street, Bartleby se presenta a trabajar
siempre a buena hora y con una eficiencia absoluta. Copia textos largos sin
hacer ruido, no pierde el tiempo, no socializa, no se queja y no sobresale
especialmente en ninguna tarea. En otras palabras, es un personaje que muchos
dueños de empresas podrían calificar como el
empleado perfecto.
En un
momento del texto, el jefe de la empresa lo llama para revisar la correcta
copia de un texto corto. Bartleby le dice, con sobriedad y sin estímulo, preferiría no hacerlo. A partir de esa
escena, cada vez que se le pide alguna tarea específica, más allá de las que
tiene que hacer por contrato, responde con la misma frase: I would prefer not to. El tiempo pasa y Bartleby se acerca cada vez
más a la ineptitud completa, a la ataraxia. Cuando es despedido, se rehusa a
salir de la oficina empleando la misma muletilla. Incluso se muda a vivir a su estación de trabajo y, antes de ser reportado con la policía y encerrado en la cárcel, pone
en jaque al director, que considera la opción de mudarse con todo y oficina
lejos del cenizo escribiente.
Bartleby, el escribiente es una obra sencilla, directa y
anticlimática que, no obstante, afectó directamente a escritores importantes, como Albert Camus, quien la consideraba una influencia definitiva. El texto
también puede entenderse como un preview
de La Metamorfosis y un antecesor
directo de varias otras obras de aromas existencialistas.
Más de
150 años después de la publicación de Melville, miro un partido de la fecha 16
del Apertura 2013 de la Liga MX. Una combinación que en otros tiempos se
anticipaba explosiva y que echaba a andar cascadas de pasión desbordada desde
las tribunas, las cantinas y las salas de estar: Guadalajara vs. Universidad.
Hoy, tristemente, se trata del partido que definirá quién es el peor equipo del
torneo.
Saltan
a la cancha. Descubro, con profunda nostalgia pero sin ninguna sorpresa, que
José Luis Trejo, el DT de Pumas, ha decidido jugar sin delanteros y apostar inexplicablemente
por un empate que lo dejará en el fondo de la tabla. Cortés, Orrantia y Luis
García son los tres jugadores más adeltantados del cuadro universitario.
Entonces pienso en Bartleby.
Entiendo
que si su puesto depende de, al menos, no perder, salga con un cuadro precavido
para enfrentar a Santos en la Laguna. También entiendo –aunque no lo justifico—
que cambie a un delantero por un defensa para amarrar el primer y único triunfo
de Pumas en la temporada, ante Rayados en Monterrey. Lo que simplemente no me entra
en la cabeza es ensayar el empate contra el peor equipo del futbol mexicano en
la actualidad. En el área técnica se pasea Jose Luis, pálidamente pulcro, lamentablemente respetable, incurablemente
solitario. Si alguien le hubiera preguntado por qué no jugaron Nahuelpán,
Ramírez, el otro Ramírez, Nieto o Bravo, quizás hubiera dicho: preferiría no
responder.
No sé
lo que vaya a pasar el próximo año. Me atrae mucho la idea de imaginar a José
Luis Trejo sentado en su escritorio durante más de dos meses, mirando de lleno la
pared de ladrillos sin parpadear, día tras día hasta que dan las seis de la
tarde y puede irse a casa. Quizá ya hasta se ha mudado a vivir a la oficina
del club.
Es más
que probable que los directivos del patronato hayan querido echarlo ya, como
queremos todos los aficionados, pero que simplemente no hayan podido. Que
cuando le dijeron que se fuera, él prefirió no hacerlo. Y es tristemente claro
que tampoco ha preferido opinar sobre la contratación de refuerzos para la
próxima campaña. Uno lee los nombres en el diario. Se trata de un creador de
juego con el pecho helado, una incógnita sudamericana y dos jugadores más,
claramente elegidos por su jefe, el resuscitado Mario Trejo: Leandro Augusto y
Dante López.
Dicen
que un equipo, al cabo de un rato, adquiere la misma personalidad que su
director técnico. Que los dioses tengan piedad del club Universidad antes de
que termine con el puma de la camiseta borroso, los cabellos cenizos y las
ganas de sobresalir escurridas por la coladera de las duchas en los vestidores.
@_zemaria