domingo, 15 de diciembre de 2013


Queremos tanto a Elena Poniatowska. Su trayectoria en la lucha social, desde las trincheras del contrapelo, ha sido incansable. Siempre sonriente, siempre firme, sensible a la injusticia como una herida expuesta, dulce al alma como una gloria de Linares. Justa, recia. Una mujer ejemplar.

A mí no me gusta su prosa.

Se me ocurrió decir, hace unas semanas, cuando le dieron el Premio Cervantes, que era como si le hubieran dado el Balón de Oro a Arbeloa. Un entrañable amigo de inmediato saltó: no, Elena tiene una trayectoria impresionante —me dijo—, desde dentro y desde lejos del sistema, y unos principios inquebrantables. Además —añadió— tiene varios premios previos, ha ganado y merecido todos: están reconociendo el valor social de una vida… y, por otro lado, ¡carajo, Arbeloa juega en el Madrid..!

Tenía la razón. El Premio Cervantes es el máximo reconocimiento que otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del gobierno español a "la labor creadora de escritores españoles e hispanoamericanos cuya obra ha contribuido a enriquecer de forma notable el patrimonio literario en lengua española”. Evidentemente, escribir bien y bonito no es la única forma de contribuir al patrimonio literario de la lengua, faltaba más. Con esto quiero decir que no sólo se puede contribuir de manera técnica o formal, sino también de manera social, epistemológica y antropológica. La honestidad, la entereza, la penetración y la pegada de las letras de Poniatowska, lo hacen. Las causas y los efectos de sus textos le han valido merecer este premio con justicia. 

Mi analogía fue mala por múltiples motivos. Yo quería señalar que la prosa de Elena, comparada con el futbol, se parece más al juego de un defensor central que, aunque necesario y a veces valioso, no deja de ser siempre primitivo y algo torpe, como el de Arbeloa. Y es que Arbeloa también lo ha ganado todo: liga, Champions y hasta una Copa del Mundo. Pero no, no es igual. Luego pensé que mejor hubiera dicho Puyol, que tiene más ese otro valor, el de la fuerza que resiste, el contestatario, el inspirador. Mi amigo me dijo después, “es más como nuestra Miguel España”. Yo no pude sino sonreír, estar de acuerdo y pensar en cómo nos estamos haciendo viejos.

Cuando hablamos del Balón de Oro, la cosa es muy distinta. 

Aquí un paréntesis (o más bien un corchete): [Para que un defensor reciba el Balón de Oro tienen que suceder varias cosas: primero, que gane una copa del mundo o una Champions siendo uno de los jugadores más importantes del equipo; también, que haya una extraña época de sequía de futbol imaginativo o lesiones espeluznantes que trunquen carreras; por otro lado, debe jugar preferentemente en un equipo popularísimo u oficialista (como el Madrid); y, por si fuera poco, también debe haber un compromiso político tácito entre todos los capitanes y técnicos de las selecciones afiliadas a la FIFA para premiar o acribillar al héroe o al villano de moda. Todo esto sucedió cuando el Balón lo ganó Cannavaro, il capitano, pero difícilmente volverá a suceder. Así que no, Arbeloa, no].

Pero, volviendo a hablar de premios, ¿qué es exactamente el Balón de Oro? Se trata de una distinción individual en un deporte naturalmente colectivo. Ay, cosa rara. Premiar al jugador del año se vuelve muy subjetivo cuando no se vale evaluar el funcionamiento y los logros de su equipo. ¿Es justo darle el premio a un jugador que no ganó nada con su equipo en determinado año? ¿No son más valiosos los once jugadores que levantaron la Champions que el genio que la perdió? Son preguntas que no tienen una respuesta clara porque este premio es algo contrario al espíritu del juego. Es un premio contra natura.

Es prudente además acotar esto: que el Balón de Oro no se otorga como reconocimiento a una carrera ejemplar, sino como reconocimiento al juego de una sola temporada. Sin embargo, ahí está Messi (sin duda el mejor jugador de la historia) cada año luchando por un premio que, a mi entender, este año no se merece. 

Concluyamos. La solución a uno de los varios problemas de este premio, a saber, el de que no está claro qué es lo que reconoce, es una de estas dos: o se establece que se premiará al mejor jugador de Europa cada año; o se deja claro que se premiará al jugador que hizo la mejor temporada desde el punto de vista individual, pero con relación al desempeño colectivo de su equipo. Son cosas distintas. Si atendemos al primer criterio, ese premio debe recibirlo Lionel cada año de aquí hasta que se retire; si, en cambio, usamos el segundo criterio, debe llevárselo (salvo en ocasiones muy especiales) el jugador más valioso del equipo campeón de Europa, que, este año, debería ser Franck Ribéry.

Pero eso sucederá hasta mediados de enero. Mientras tanto: muchas felicidades, doña
Elena.

@_zemaria



2 comentarios:

  1. Más allá de la conversación virtual y la empatía con el texto. Un reconocimiento sincero a la claridad argumentativa de tus letras. Saludos viejo amigo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Chino, por señalar la improcedencia de mis analogías. Un abrazo.

      Eliminar